"Yo, como he dicho, tenía diez años, y también estaba arrodillado en la capilla donde se venera la imponente escultura. Mientras mis compañeros alababan con ferviente unción el placer de la vida, recuerdo que yo cavilaba, muy fuera de sintonia con la acción de gracias de aquella gente."
"¡Esa madrugada del 24 de julio! ¡El crepúsculo en Oriente, los pájaros salmeando el astro que despierta bajo las franjas rojas de su lecho de oro y zafiros! ¡Y yo, en el cuarto tramo del «escadório dos sentidos» irreverentemente dando de espaldas a Salomón, y mis ojos embellecidos, allá, en el punto de apoyo donde la mano invisible del supremo arquitecto ajustaba la palanca giratoria de la tierra!"
"El sábado voy a Bom Jesus – hotel do Parque. Elijo esta posada porque es frecuentada por necios. A la otra afluye una aristocracia que me irrita – muchos vizcondes que podrían eclipsar mi corona."
"Siento una gran necesidad del aire y la soledad de Bom Jesus."
"Fue en «Senhor do Monte» donde escuché el primer discurso de D. João de Azevedo sobre el espiritualismo, las tendencias literarias del mundo, el alcance mezquino de la literatura nacional, la gangrena del corazón humano, y, en conclusión, las señoras de Braga."
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Rutas en la ficción